13.8.07

DIA UNO

En mi primer día off el cuerpo se me iba solo... a trabajar, digo. Soy un animal de costumbres y si me sacan los horarios preestablecidos no me hacen un favor, más bien todo lo contrario. Después de pasar toda la mañana dentro de casa pensando en qué aburridas son las diez de la mañana acá, Dios, decidí buscar una salida a tamaña desgracia. Todo lo que hay abierto en Barcelona en agosto son los chinos y sus fabricaciones poco felices. Caí en la tentación y compré algunos artículos de primera necesidad: una tijera por menos de un euro, un cepillo para el inodoro para reemplazar el que tenemos y no quiero caer en vil escatología sin más, un cinturón rojo, este último por puro consumismo, lo admito, por la modiquísima suma de.... un euro!!!!!!!!. claro que cuando lo quise colgar en el armario junto con los otros casi no se doblaba, entumecimiento propio de las baratijas sin ley. Después me metí straiforward en un supermercado llamado Lidel que venden marcas a precios tiradííísiiiimos... y salí cargada con una horma de queso de cabra-vaca-obeja (si, eso existe, y más cuando querés ahorrar), un par de botellas de yogurth bebible y en mi corazón la sensación de haber hecho una buena acción. Camino a casa me sonó el móvil en algún lugar dentro del bolso, segundos más tarde mis mantecosas manos lo hicieron bailar en el aire hasta dar de lleno en el asfalto, las piezas esparcidas por el suelo, un desastre. El teléfono había dejado de sonar.

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