Me regalas las llaves de tu casa y me dejas entrar, me las entregas con las palmas de las manos abiertas como platos sin mirarme a la cara.
Me das sonrisas. Me das todo eso con la rapidez de un pájaro amigo.
Me das sonrisas. Me das todo eso con la rapidez de un pájaro amigo.
Entonces no sé si sentirme afortunada o responsable de tu felicidad momentánea. Me cuentas todo, de tus rosas, de tus penas. Lo que más te gusta es verme escucharte. Te entregas con la paz inmensa de un pájaro ciego.
Y te quedas mirando el horizonte con una paz sospechosa.
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