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22.1.08

La magia de lo lejano

Esto es una apología a la vida de pueblo. Los videojuegos, la ropa, la comida, y hasta el amor, todos es un misterio, una incógnita, un tesoro.
Cuando uno vive en un pueblo las cosas tienen siempre un velo entre marrón y amarillo y por más que los rayos del sol le vengan a dar de lleno, a las diez de la mañana y en verano, las cosas siempre pasan en algún otro lugar, lejos, muy lejos.
Todo es lejano, en ese punto muerto entre el descanso y la pampa, justo ahí, en ese rincón que nadie sabe, ahí donde la gente no es nadie, donde sus respiraciones no incomodan, en el submundo del embudo mecánico de la sociedad de consumo, ahí es donde está mi alma.
(Las grandes ciudades se lo comen todo, tragan, engullen presas en sus calles, en sus ascensores, en medio del ruido insoportable de las máquinas, las ciudad le matan el alma a las personas, y van, entre solas y amargadas, a buscarse en el diario, en el cine, en sus teles)
En el pueblo, en cambio, nunca se es nadie.

21.1.08

Metete el croissant

Después de un exámen final de una asignatura de corta duración, alto nivel pero poco alcance ameritaba un croissant con una buena taza de café con leche.



La sorpresa fue mía cuando al preguntarle a la señorita correspondientemente adornada para su papel de "dependiente" de pastelería que paga sus impuestos y demás obligaciones fiscales cuánto costaba el croissant me responde:

un euro con diez

Mis ojos, cual plato playo miraban intermitentemente al tan costoso manjar y a la dependienta... intentando sacar una conclusión de lo que estaba oyendo... Pensé: me tomo el café con leche solo y el croissant que se lo meta por el culo, que la dignidad del ser humano es lo último que se pierde. Amén.

16.1.08

Ningún libro

fraccionando segundos en pequeñas partículas equidistantes
entre el sol
(y la nada)
mezclando meses

distorsionando años

me encuentro señoreando con el tiempo a la venezolana
me encuentro apaciguada
nostálgicamelancólica del tiempo
me encuentro
diseccionando los días como bolitas de vidrios
minutos, como peras
en mi mano hay:
meses, semestres y fines de semanas
de diferentes sabores, y cada músculo los hace girar
en una dirección distinta
soy un primor

los meses me desconciertan y no leeré ningún libro que me recomiendes

6.1.08

"El tiempo me arrastra"

Cuando pasás la barrera de los treinta, como voy a hacer en unos pocos días, las cosas cambian, vamos a decir, tangencialmente. Para empezar, el tiempo deja de estar de tu lado. El tiempo se convierte en una especie de mamífero roedor voraz e implacable que se come los días como moscas, las horas las escupe sin casi respirar tragándose impúnemente el carozo. El tiempo deja de estar de nuestro lado, para siempre.

Para seguir, las cosas que no hiciste hasta ahora no las hacés más. Digamos la franja de años que te han hecho llegar hasta este 2008 es la que te define como persona: con ésos estudios, con ésos dolores marcándote las expresiones, con ésos temores, con ésa fisonomía, y sobre todo: con ésos hábitos.
Sí se puede avanzar y crecer, claro que se puede, a partir de los treinta. Se puede, pero el proceso se reduce a una séptima parte de lo que pudo ser en tus años felices, donde el tiempo era un factor menor. Y todo cuesta más, te empiezan a doler los dolores de los demás, la consciencia de las cosas te cansa el cuerpo, la mente carga con el mal del siglo, parte de tu ser se entrega a la mundana sinrazón de las convenciones. Te empezás a convertir paulatinamente en un animal ggggrrr.
Pero antes muerta que perder la inocencia. Si a los treinta años sos capaz de conservar la ilusión de creer en lo que la media de los mortales ya no cree... detenerse a charlar con una persona x en una esquina sin creer que es una pérdida de tiempo, o saludar amablemente a una persona de la cual no se puede sacar nada en nuestro beneficio particular, si sos capaz de hacer eso con la mayor naturalidad entonces no estás perdido.
El próximo miércoles cumplo treintaiún años. Pasaré la barrera de los treinta. El tiempo ya no me acompaña. El tiempo me arrastra. Y soy feliz. Feliz de darme cuenta de que todavía creo.