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20.11.07

tetas caidas

hace un tiempito que me asalta la misma idea... mi novio me va a dejar por otra el día que se me caigan las tetas. ¿qué voy a hacer cuando se me caigan las tetas?. ¿levantármelas con unos buenos corpiños?. apagar la luz para que no me vea?, esconderme?, por qué? por qué el mundo me condiciona a tal punto de sentirme mal porque mis tetas decaigan como todo en esta vida, como las hojas de los árboles en otoño? como el sol a media tarde en invierno?, como el euríbor? como el ánimo? como todo? por qué?. no ganará la batalla el mundo, no. aunaré esfuerzos y trabajaré duro para cubrir el déficit que supone tener unas tetas como pasas de uvas. entera hasta la sepultura. y denunciaré y levantaré el dedo cuando vea un pecho artificial y lo acercaré para pincharlo con la uña y piissss se te terminó la farsa zorra... eso haré, te la canté.

13.11.07

nadie lo puede negar

nadie puede negar ciertamente que todas las mujeres nos hacemos, a lo largo del día, una imagen mental del conjunto que vamos a lucir al día siguiente, entre las prendas de nuestro vestuario. nadie lo puede negar: zapatos, pantalón, camisa o blusa, todo combinado de la mejor manera posible. a mi, al menos, me resulta angustiante levantarme a la mañana y no tener qué ponerme. cuando era chica me armaba sobre la cama el conjunto completo, desde los zapatos hasta los aros. ¿Obsesiva?. Nah.

9.11.07

lo que no quiero ser

Estoy empezando a simpatizar con la idea de que la solvencia monetaria de una persona X es directamente proporcional al tamaño de su billetera. No es la primera vez que, en la cola del súper, justo en el momento de pagar, veo a señoras respetables sacar de sus superbilleteras extralarge los correspondientes billetes para abonar la suma de su compra. Y cuando digo superbilleteras me refiero a súperbilleteras, es decir: GRANDES. Claro siempre conjuntado con cabello ultraoxigenado, uñas de manikiur, abrigo de boutique de barrio y un rictus en la cara del tipo "no tengo nada que ver con vos". Completo. Panorama completo de lo que se ve en el primer mundo y en un barrio digamos biaan. Imagen vivísima de lo que no quiero ser. Nunca.

(Nico, te quiero mucho y te estoy empezando a extrañar, volvé pelotú)

4.11.07

inmunda felicidad

Si hay una cosa que me molesta sobremanera es la felicidad excesiva que manifiestan ciertas personas. La chica que vende rosas en la esquina de la oficina, por ejemplo; cada vez que paso por su tienda la veo sonreir, sonreir y sonreir, sonreir, como si nada en el mundo diera señales de que las cosas no van bien. Como si no hubiera inmigrantes, como si cualquiera pudiera alquilar un piso y pagar sus deudas, como si la misma mierda que se respira afuera, justo afuera de su puta tienda de rosas de ecuador y de áfrica (por dios!) no se nos metiera en los pulmones día a día, hora tras hora lacerándonos las vías respiratorias. Y soy optimista, claro que lo soy.

3.11.07

la conjura de los necios

Difícil. Es difícil acostumbrarse a ser una cosa que nunca se fue. ¿Me acostumbraré a las normas de las ciudades en lo que me queda de vida?. Pregunta difícil = Respuesta incierta.
Se supone que, a los treinta años una mujer que se considera tal, con pareja y vida estable tiene que maquillarse y/o arreglarse si sale de paseo por centros comerciales o zonas más o menos turísticas y/o pitucas. Se supone. A cara lavada, con un jogging que ya tiene tres años y de calidad digamos dudable, una cazadora beige descolorida pero limpia (nunca se dirá de mi que no me aseo) zapatillas sucias adrede, por cierto, y el pelo atado por inercia y desapego en una cola e caballo simple y llana. ¿Qué hay de malo en eso, a ver, qué?.
¿Se supone que tengo que cubrir mi cara con digamos unos cuantos milímetros de pintura? ¿Taparme las ojeras? ¿Disimular las múltiples erupciones de mi piel?. ¿Por qué?. Si todos ellos son factores que me hacen ser quien soy, por dios!, algo amorfo, fuerza de contexto e indefinible, pero YO, YO y YO.

Me cuesta adaptarme a la ciudad, yo, que hasta mis años de univesitaria fui siempre una chica de pueblo, un poco tonta y bastante inofensiva, me cuesta este ritmo desenfrenado donde nadie mira a nadie y donde lo único que prima son los plazos y los fuertes. Los fuertes. Aunque, y esto hay que decirlo, mi cara de "yo no fui y tampoco lo seré nunca" combina bastante con la indiferencia del paisaje urbano.

Sin embargo, hoy, como casi cada sábado, desprecié a varias personas por su falta de civismo, cosa que defiendo a muerte y que me hiere en lo más profundo, porque todos somos humanos y tenemos derecho a un espacio físico debajo de nuestros pies. Indiferentes o no frente a mi superioridad verbal, levanto la bandera de la dignidad, y las señoras con sus carros y sus camisas multicolores para levantar su autoestima que se los metan por el culo. Y no tendrán ya que pedir permiso para pasar. Amén.