6.2.07

ASCENSORES

A veces me siento culpable por no subir más comentarios al blog y me agarra toda una picazón que me recorre la espalda, baja hasta la cara interna de las rodillas, me hace cosquillas y entonces voy y me rasco, pensando que fue un bichito o algo así, tipo una pulga, pero después me acuerdo que acá en Europa no hay bichos ni pulgas y entonces me digo a mi misma, qué será, será, será cómo que me olvidé de hacer algo y el olvido toma la forma de picazón, qué será, será, y entonces me siento unos cuantos segundos y medito, medito medito, y en medio de la meditación me levanto huracanadamente a sacar la ropa del tendedero así le queda lugar a las otras con-vivientes del piso, amontono las prendas en la canasta y me vuelvo a detener, tengo que subir algo al blog, tengo que pensar... pensar... pensar que podría bajar al súper a comprar esas dos boludeces que hacen falta, buenísimo, me pongo el abrigo y bajo, ráaaapido, y en dos patadas estoy de vuelta, y pienso pienso, en el ascensor la gente es tan maleducada, será igual en todos los países del mundo?, qué le pasa a la gente en los ascensores? tienen miedo a qué le pregunten cuánto cobran? a qué los violen? los atraquen? les hagan preguntas fuera de contexto?... una vez me subí al ascensor con un chico tan agradable que hasta sentí que estaba sola, el flaco tenía como luz adentro y se le notaba por los ojos, algunas personas tienen miedo de compatir el ascensor y no emiten sonido durante el viaje, como si estuviese prohibido, en Inglaterra la gente habla siempre del tiempo, a mi me gusta hablar en los ascensores, sobre cosas generales, me re gusta, no importa lo que se diga, lo que importa es el gesto, una vez me subí con una vieja que iba con un animal muerto encima y estuve a punto de decirle que para que ella fuera abrigada habían tenido que sacrificar a un animal que se está extingiendo, y le estaba por decir señora en qué mundo vive, no mira las noticias, no tiene hijos, señora por dios, abra los ojos, pero nada, nada de nada, me lo comí con papas fritas. Después está el señor de la puerta de enfrente que no pijotea comentarios y eso a veces a uno le alegra el día, y salís a la calle con una sonrisa del tamaño de una flor, qué lindo.

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