20.5.07

sobre la fugacidad de la vida

Uno no tiene consciencia de que el tiempo pasa. No tenemos consciencia de que la gente pasa, los momentos pasan... uno no tiene consciencia. O empieza a tener consciencia cuando se da cuenta que el tiempo pasa, que la gente pasa, que los momentos pasan. Ahí se da cuenta de la fugacidad de la vida. Y es ahí cuando se me vienen a la mente los años de universidad y cómo algunos de nuestros profesores nos daban clases con tanta pasión. Pasión por la poesía filosófica alemana, Rilke por ejemplo. Y uno no tenía pasado. Uno agarraba todo lo que le daban y se lo metía para adentro, libros, ensayos, los leíamos, los hacíamos nuestros como si fuera lo último que hiciéramos. Éramos jóvenes sin pasado y con el cuerpo liviano como el de una paloma, con un desconocimiento sagrado de la vida, pero leíamos, teníamos inquietudes, hambre de saber.


Recuerdo la forma en que la luz entraba por la ventana del aula del segundo piso de la facultad de humanidades con una nostalgia dulce... éramos jóvenes, teníamos la mirada clara y el apetito torpe y una triste ingenuidad nos redimía. Pero el tiempo en esa época era inmóvil, se detenía para nosotros y nos hacía una reverencia al pasar. El tiempo no pasaba porque no teníamos consciencia. No la teníamos. Solo cuando se adquiere consciencia de que el tiempo pasa el tiempo efectivamente empieza a pasar... en fin.

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