10.4.10

Impresiones

Por lo demás, Badajoz nada ofrece de curioso; ni una iglesia digna de ser vista, ni un cuadro en ellas de mediano pincel, ni una mala biblioteca, ni un colegio, ni un teatro, ni un paseo.

(...)


En tercer lugar suele haber ladrones, y entre otras curiosidades que se van viendo por el camino (como por ejemplo el árbol en que fue ahorcado por su misma tropa el general San Juan en una época de exaltación), mal pudiera olvidar los dos amenos sitios que se descubren antes de llegar a Mérida, comúnmente llamados «los confesonarios»: «el grande» y «el chico»; nombre verdaderamente original; él solo es la mejor pincelada con que el escritor de costumbres puede pintar a un pueblo; nombre lleno de poesía y de misterio; nombre que vale él solo más que una novela; nombre impregnado de un orientalismo singular, y a la vez terrible, sublime e irónico, dado por un pueblo religioso a un asilo de bandidos. Los confesonarios son dos hondonadas inmediatas, dos pequeños valles dominados por todas partes y protegidos de la espesura, donde los forajidos «confiesan» a los pasajeros, donde los «pecados» son el dinero y la vida, y donde un puñal hace a la vez de absolución y de penitencia. Niéguese a nuestro pueblo la imaginación. Otros países producen poetas. En España el pueblo es poeta.


de "Impresiones de un viaje" (1835)
Mariano Jose de Larra (1809-1837)

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La Castilla vieja es todavía una pradera inmensa en la que pacen numerosos rebaños, de ovejas sobre todo. La aldea miserable que el ojo del viajero encuentra, se muestra a lo léjos terrosa i triste; árbol alguno abriga bajo su sombra aquellas murallas medio [151] destruidas, i en torno de las habitaciones, la flor mas indiferente no alza su tallo, para amenizar con sus colores escojidos la vista desapacible que ofrecen llanuras descoloridas, arbustillos espinosos, encinas enanas, i en lontananza montañas descarnadas i perfiles adustos.


de "Viajes por Espania" (1849)
Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)


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