29.10.10

un mundo de gente

Mientras me como un plato de lentejas pasadas me pongo a pensar en lo difícil que son las relaciones con el sexo opuesto. Sobre todo cuando uno se desgarra de la tierra donde vivió, y creció, y los límites se desdibujan: todos los límites.

Me gusta pensar que hay dos tipos de maneras de enfrentarse al amor, una, quizás la más fuerte, cuando uno se complementa con el otro, cuando hay "necesidad"; la otra -alguien la llamó más "madura"- y es lo que yo llamo "espejo": uno se ve en el otro, uno se identifica con el otro -aquí no hay necesidad, solo hay permanencia, estamos porque queremos, no porque necesitamos... En la primera nos completamos con el otro, nuestra existencia, digamos, está en vilo... en la segunda, en cambio, somos seres independientes, autosuficientes. En la primera hay paz, completud, saciedad; en la segunda, en cambio, la certeza constante de saber que estamos solos, irremediablemente...

Después pensé que son elecciones, que uno hace, en la vida. Como si el dolor de estar solo se condensara todo junto en ese día en que ese otro al que amamos se va, se muere... o si lo distribuimos en partes más o menos iguales a lo largo de nuestra existencia, como si así doliera menos.

Alguna vez escuché decir que no hay que buscar la felicidad afuera... demandar la felicidad que nos falta en otra persona, solicitársela, como quien dice. Escuché que la felicidad, la plenitud, no está en nadie más que en nosotros mismos.

¿Será verdad?

1 comentarios:

ayrala said...

Gran verdad amiga mia. Solo esta en tu interior. Alguien dijo... "No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma".