Pedemonte es un pueblo ameno. Pequeño, donde la gente te saluda igual, aunque no sepa quién sos ni de dónde venís. La primera impresión que tuve antes de pisar tierra fue muy clara... ¿cómo pudo aquel hombre acostumbrarse a la llanura pampeana viviendo entre estos valles y montañas durante tantos años?. Se acostumbró y punto. El día no podía ser más lindo, el cielo tampoco más azul. El verde era furioso y un par de viejos no dejaban de comentar sentados en unas sillas enfrente de sus casas. Pedemonte es un pueblo pacífico donde el sol duerme en las montañas y el río se fue hace años, dejándolos a todos con el misterio de una gingantesca zanja seca, y muy triste. Es un pueblo lindo. Yo no dejaba de mirar a la gente, mayores sobre todo, pensando que eran como mi abuelo si se hubiera quedado, sino se hubiese ido a Ámerica, si la ambición por la abundancia y lo incierto no le hubiera llenado el alma, allá por los comienzos del siglo XX. Sería como ellos, los miraba uno a uno y soñaba con encontrarlo en alguna esquina, abuelo que no tuve, abuelo que no quise.
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