hay algunas personas que son hijas del rigor. me acuerdo la primera vez que escuché esa frase y fue por boca de la profesora de gimnasia del secundario, una chica treintañera, recién casada y bastante zorra, que gustaba del coqueteo fácil y protagonista de historias de adulterio bastante nefastas. al margen, hay muchas personas que nos consideramos auténticos hijos del rigor. ser hijo de rigor quiere decir no hacer nada que no sea demandado o indicado detalladamente por un tercero o por una autoridad generalmente de un escalafón más alto que el nuestro, un profesor, el gobierno, la madre, el padre o el aburrimiento que roza la desesperación existencial, son solo algunos ejemplos.
yo soy una de esas personas que necesita marcarse metas a corto, largo y mediano plazo para poder existir. triste? puede ser, pero lo hacemos por pura necesidad, horarios de entrada, de salida, de visita, de embarque, plazos de entrega, límite de edad, de gastos, etc. si no contamos con todo esto nos convertiríamos al segundo día en unas ratas olorosas y nauseabundas y a la larga, sin el rescate de las obligaciones, pasaríamos a formar parte, irremediablemente, de esa Nada universal que uno siente cuando ve el noticiero últimamente. Puaj